Me gusta pensar que soy dos veces yo,
que por una parte soy cruzar ríos y soñar alto,
viajar lejos y vivir siempre un año menos,
pero que por otra soy de color gris pálido
huraño, hipócrita, frustrado, un ser extraño.
Soy de los que brinda por poder dolerme
de mis profundas heridas, ya que sin ellas
perdería la noción de que soy aun
algo de quien fui.
Me gusta pensar que soy de los que celebra el sol
romántico melancólico, que prefiere robar una sonrisa
enredada en una sabana de mañana, antes que un beso
congelado de noche por escarcha.
Soy de los que acaricio con la punta de los dedos
para mantener mi inconsciencia de equivocarme en todo
ya que aun no me he perdonado
el haber hecho tanto tiempo lo correcto.

Me he convencido, poco a poco,
de que los monstruos no existen,
que somos un reflejo de nuestro pasado
y un esbozo de nuestro futuro
que solo somos tan grandes como seamos
porque a nadie debería importarle
que nos asustamos fácilmente, pues
no por ello somos cobardes.
Solo tu eres tus propias fronteras
y solo tu, deberías ser tu propia nación.

Y ya está.
Así como me había blindado,
yo mismo he acabado por ser
mi propia respuesta.
Y he cargado mi espalda de ideas
que llevar conmigo a cualquier lado.
No ha sido fácil y seguro nadie sabe
y claro, menos le importa
como ha pasado, lo pasado, al pasado
siempre me quedará un sabor amargo
una canción, una sonrisa, la habitación
un paseo solitario, hacia cualquier lado
una cicatriz imborrable, que mostrar
a algún amor de verano.